La práctica de Carmen Ceniga Prado explora su propio cuerpo y sus espectros a través de la abstracción, en particular los sentimientos y las sensaciones internas que surgen antes de que el cuerpo y la mente las categoricen como emocionales o físicas. La pintura se convierte en una herramienta para acceder al espacio liminal entre las emociones y las sensaciones físicas, aceptando su impermanencia y transformaciones. Para Ceniga Prado la pintura es un camino que le conduce y conecta con su interior, permitiéndole expresar y codificar sensaciones y movimientos. Esta experiencia intensa en la que se sumerge le permite abordar preguntas que se plantea como artista tales como: ¿Qué forma tiene un suspiro?
Su obra, impregnada de una sensibilidad sin filtros, equivale al viaje interno de Ceniga Prado, en el que se enfrenta a la sombra y la oscuridad de una manera muy femenina y noble. Toma consciencia de ésta “oscuridad” -como sugiere Jung- para aproximarse al auto-conocimiento y lo aborda como un aspecto que no es ni bueno ni malo, sino algo que forma parte de todos. “He decidido enfrentarme a ello” explica la artista.